Son 80 días son

Bueno, pues si las cuentas no me fallan, hoy cumplo 80 días viajando. Comparado con Willy Fog (permitidme que no le llame Phineas), he recorrido una miajica de ná, pero estoy muy orgulloso. El camino continúa y cada día, por difícil que parezca, sigo sorprendiéndome, tanto en lo que ven mis ojos, como en lo que ve mi corazón. Toma ya.

Ayer salí de Punta Uvita hacia Drake (pronunciado «draque», no «dreic»). A poco que veáis el mapa, es un trayecto complicado, que me obligó a tomar un par de autobuses y, sobre todo, una lancha rápida (por 20$, los precios empiezan a subir como la marea) que atravesó toda la marisma desde Sierpe hasta Drake, incluyendo un tramo por mar abierto. El trayecto por el río (y luego el mar) fue espectacular, entre árboles que parecían diplodocus, con raíces como tabiques de contención de la marea.

Tras una hora y media de lancha a todo motor, llegamos a Drake, un pueblo de 15 casas (quizá 16) y nos alojamos en «Cabinas Manolo», que el nombre ya inspira precios razonables. Ah, hablo en plural porque, al igual que en otras ocasiones, me he juntado con una gente con la que estoy compartiendo parte de este camino.

La península de Osa es el entorno más hermoso que he visto en mi vida (aunque no sea comparable con otras maravillas como El Gran Cañón del Colorado). La batalla que libran cada día el mar y la selva por ganarse terreno mutuamente es digna de admiración. Árboles que crecen desde los troncos caídos de otras especies, plantas de bambú como catedrales, palmeras saliendo de una roca en medio del mar… Por no hablar de la fauna (que espero hablar en otra ocasión, porque tiene tela).

En la foto podéis ver la playa de San Josecito, un lugar remoto al que sólo se puede llegar caminando por diversas calas, a cual más espectacular. Si Punta Uvita era un paraíso de quita y pon, en este paraíso sólo queda quitarse el sombrero, una vez más, por la retorcida imaginación que demuestra tener la naturaleza.