Ya he mencionado anteriormente el poder curativo de algunas islas. Estos días he estado en otras igualmente sanadoras, hasta cierto punto (el punto en que te dejas o no asediar por los indígenas para comprarles su artesanía). Las islas son Uros, Amantaní y Taquile, en el lago Titicaca (pronunciado «Titijaja»).
Las primeras islas que encontramos al salir de Puno son las islas artificales de Uros. Están construidas con totora, una especie de caña que sirve para tejer, construir y comer. Estas islas existen desde los tiempos pre-incas, y en este lugar se habla aymara, un reducto de este idioma en una zona predominantemente quechua.
Después encontramos Amantaní, una preciosa y tranquila isla sin un solo motor (¡ni gallos!) que ensucie el ambiente acústico. Aquí se habla quechua. Consta de dos montañas principales (en la última foto se aprecian claramente): el Pachatata (Padre Tierra) y el Pachamama (Madre Tierra). Este último porta la buena energía, a diferencia del primero. En su fiesta principal, a primeros de enero, dos corredores salen de cada cima para llegar a un punto intermedio. El que primero llegue, pronosticará la buena o mala suerte del año.
En el Pachamama, además, hay una extraña corriente de energía, donde las brújulas se vuelven locas, girando sobre sí mismas. En el templete, si formulas un deseo y das tres vueltas a él en sentido contraro a las agujas del reloj, pues ya os imagináis, se cumple.
A la mañana siguiente, tras dormir con una familia local en Amantaní, una experiencia fabulosa (incluyendo una fiesta de recepción para los guiris que estábamos, que nos vistieron con los trajes típicos de Amantaní y todos a bailar de aquella manera), fuimos a Taquile. Desde esta isla está tomada la siguiente foto.
En Taquile han adaptado ligeramente su forma de vivir (a diferencia de Amantaní) para poder vender chocolatinas Snickers a los guiris. También es una isla bonita, pero la experiencia de Amantaní dejó el listón muy alto. A 4200 metros, más o menos.
Ahora estoy en Juli, un pueblo que se presenta como la Roma de América, porque hay varias iglesias réplicas de otras tantas en Roma. En mi primer paseo, he de decir que esa afirmación es un poco overpromising, pero habrá que verlas por dentro, a ver si brota mi stendhalismo.
2 comentarios para “Islas que curan”
Entre las muchas experiencias que has vivido en este viaje, pocas me han emocionado tanto como ésta de la Pachamama. ¿Será por la influencia de Atahualpa Yupanqui?. Espero que hayas elegido bien el deseo que se te ha de cumplir.
Qué impresión. Estar en una isla, que está en un lago, que a su vez está entre montañas…
Por cierto, me ofrezco para correr desde el Pachatata el próximo enero. Así garantizaría que el 2012 será un año de lo más fructífero, jeje.
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