Como os conté, ya estoy en Panamá. Mi primer destino ha sido el archipiélago de Bocas del Toro, un conjunto de islas al norte del país donde el Caribe se hace patente: población principalmente negra, con un idioma propio (llamado «batúa», como lo de «ezquerra batua», que mezcla inglés, castellano y criollo), y playas de arena blanca, de agua cristalina. Como sé que a vosotras os molan esas fotos donde se ven los pies en una playa paradisíaca, me he hecho esta foto:
Es la primera vez en este viaje que visito la costa norte de Centroamérica. Hasta ahora, había pisado la costa sur, e incluso hasta Costa Rica no había pisado ninguna playa (sin contar Ometepe, en Nicaragua). La playa que habéis visto es Playa Wizard, al norte de la isla de Bastimentos, en Bocas del Toro. La principal ciudad se llama Old Bank, una ciudad con casas flotantes como las de la siguiente foto. Sin ir más lejos, yo mismo estoy en «El Jaguar», un buen (y baratico) hostal sobre el mar, que está teniendo un efecto relajante extraordinario. Pensé que, después de Drake, ya estaba servido de playas, pero no es así. Bocas del Toro es otro concepto.
El cambio de país está acentuando algunos cambios míos. Para empezar, ya tengo el pelo más largo, tras tres meses desde que me lo dejé corto por aquello de la comodidad. El otro día quise enterarme de cuánto vale un peine para comprármelo, y mi vida ha mejorado mucho por las mañanas. También estoy más moreno, mucho más moreno, casi como cuando era pequeño, en aquellos interminables y felices veranos en Mazarrón. Por dentro también hay cambios. Ya no tengo el pitido en los oídos que llevaba arrastrando desde agosto (comprobado: era el estrés), tengo la mente más despejada, y estoy teniendo conversaciones enriquecedoras con mucha gente del mundo. Hay otros cambios más profundos, pero creo que estos no los veré hasta dentro de unos meses todavía. Tengo nuevos enfoques para viejos problemas, que estoy deseando afrontar cuando vuelva a España. Cuando vuelva. Ahora estoy en la puerta de Latinoamérica y mi labor es avanzar.
4 comentarios para “De repente, el Caribe”
Me alegro de que estés más tranquilo y hayas espantado al moscardón que daba vueltas dentro de tu cabeza, va a ser verdad que las playas caribeñas relajan.
Lo de que estás más moreno no se nota en la foto de tus pinreles.
En lo que llevas de viaje, ¿dónde crees que sería más fácil establecerse definitivamente? O al menos por una larga temporada. ¿Has visto posibilidades de ganarte la vida? ¿Cómo está el tema laboral?
Sigue, caminante, sigue.
Un abrazo.
¡Gracias a todos! José Miguel, espero responderte pronto a esa cuestión.
OLI I7O
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